El nacimiento del mundo: mitos de creación egipcios revelados
El nacimiento del mundo: mitos de creación egipcios revelados
Introducción
En un tiempo antes del tiempo mismo, cuando el mundo yacía en reposo en un mar interminable de oscuridad, los antiguos egipcios imaginaron una historia tan vívida, tan mística, que definiría su existencia misma. La creación, para ellos, no era solo el principio; era la delicada danza del caos y el orden, una sinfonía de dioses que transformaron el vacío en el vibrante mundo que habitaban. Únete a nosotros en un viaje al pasado mítico, a un tiempo en que los dioses surgieron de las sombras y la vida comenzó a agitarse en las grandes aguas del vacío.
El Agua Primordial: Nu o Nun
En los primeros momentos, solo existía Nu, las aguas primordiales, extendiéndose sin fin en todas las direcciones, un vasto océano de oscuridad y misterio. Para los egipcios, Nu simbolizaba el potencial, un mar ilimitado donde todas las cosas esperaban nacer pero aún no habían encontrado forma. Este abismo acuático era tanto reconfortante como aterrador, conteniendo en su interior el poder de crear mundos o engullirlos en silencio eterno.
Imagina este océano interminable y silencioso bajo un cielo negro, un momento suspendido entre el ser y la nada, donde la promesa de vida se oculta. Los egipcios creían que de este océano cósmico surgiría algo extraordinario.
La Primera Emergencia: Atum y la Colina Sagrada
Desde las profundidades de Nu surgió Atum, el primer dios, un ser nacido de pura voluntad y autocreación. Atum apareció sobre un montículo sagrado solitario, el Benben, el primer suelo sólido en la vasta nada. Los egipcios veían este montículo como el comienzo de la estructura, una plataforma estable sobre la cual se construiría la vida.
Atum era único, personificando tanto principios masculinos como femeninos, completo y capaz de crear por sí mismo. A través de su pura fuerza de voluntad, dio lugar a los primeros indicios de vida. En algunos relatos, se dice que formó vida desde su propia sombra, mientras que en otros la convocó exhalando la existencia en el aire. Con la aparición de Atum, el silencio cósmico dio paso a la posibilidad de la vida.
Shu y Tefnut: El Aliento de Vida y las Aguas de la Creación
La creación de Atum dio lugar al nacimiento de Shu, el dios del aire, y Tefnut, la diosa de la humedad. Juntos crearon las primeras distinciones en el universo: aire y agua, espacio y forma. Shu separó los cielos de la tierra, creando el espacio para que la vida floreciera, mientras que Tefnut trajo las aguas nutritivas que la sostendrían.
Geb y Nut: Los Amantes Separados por el Cielo
La unión de Shu y Tefnut dio lugar a Geb, el dios de la tierra, y Nut, la diosa del cielo. Geb yacía abajo como la propia tierra, fértil y verde, mientras Nut se arqueaba sobre él, su cuerpo cubierto de estrellas. Los dos eran amantes inseparables, pero para crear orden, Shu tuvo que separarlos, elevando a Nut para formar los cielos.
Los Hijos Divinos: Dioses de la Vida, la Muerte y el Misterio:
De la unión de Nut y Geb nacieron Osiris, Isis, Seth y Nephthys, cada uno representando fuerzas poderosas que moldearían el destino del mundo egipcio. Osiris simbolizaba el ciclo de muerte y renacimiento, mientras que Isis representaba la magia y la protección. Seth representaba el caos, y Nephthys se convirtió en la guardiana de los muertos.
Conclusión
En este tapiz de la creación, los antiguos egipcios establecieron los cimientos de un mundo gobernado por Ma’at. Estos mitos no eran solo historias; eran sagrados, guiando la vida de los egipcios y dando forma a su civilización.