[Mitología Egipcia • Muerte, Renacimiento y Protección]

Anubis: El Guardián de las Puertas y la Sombra de las Almas

En el silencio de las tumbas, cuando solo se escuchan los suspiros de la arena, camina un ser con rostro de chacal y ojos que arden como brasas en la oscuridad. Es Anubis, el guardián de los pasajes ocultos, el guía de las almas en su travesía hacia la eternidad.

Antes de que el tiempo naciera, cuando la muerte era un misterio sin nombre, Anubis apareció para darle forma y propósito. Fue él quien enseñó a los hombres a honrar a sus muertos, a devolver al cuerpo su dignidad y al alma su rumbo. Con sus manos negras, sumergía el lino en aceites sagrados y envolvía el cuerpo con la precisión de un dios que entiende el silencio.

Los antiguos egipcios decían que ninguna alma se perdía bajo su mirada. Al llegar la última respiración, cuando el cuerpo se apaga y comienza la verdad, Anubis emerge entre las sombras, no como un terror, sino como un consuelo. Guía al difunto hasta la Sala de la Verdad, donde el corazón es pesado frente a la pluma de Maat, ante el trono de Osiris.

Pero su tarea no termina allí. Anubis custodia las puertas entre los mundos, donde no existe ni el día ni la noche. No juzga, no condena: protege. Su rostro sereno revela el secreto de la muerte — que no es un final, sino un paso.

En cada funeral, cuando los sacerdotes elevaban sus cánticos, su nombre era el primero en ser pronunciado, porque nadie podía cruzar sin su bendición. Incluso Ra, en su viaje nocturno por el inframundo, se inclina ante Anubis al pasar por la primera puerta.

Anubis es la sombra de la misericordia en el rostro del fin, el dios que solo se revela cuando todo calla, cuando la muerte abre su boca y susurra: “Camina en paz.”