[Egipto Antiguo • Mitos Solares]

El Brazo de Ra: La Leyenda de la Luz que Combatió las Sombras

Antes de que amaneciera el primer día sobre la tierra, el universo era un mar infinito de oscuridad — sin luz, sin sonido, sin vida. Y desde el corazón de aquel silencio eterno, surgió Ra, el primer sol, el rayo del origen, la voz del cosmos pronunciando la palabra luz.

Pero donde nace la luz, también despiertan las sombras. Cuando Ra comenzó su travesía por el cielo, de las profundidades del caos emergió Apofis, la gran serpiente cósmica, que juró devorar al sol y devolver el mundo al vacío.

Cada amanecer era una nueva batalla: Ra navegaba su barca dorada por el horizonte, mientras Apofis acechaba en las aguas del abismo, esperando el instante del ocaso, cuando el sol se debilita y la oscuridad avanza.

Entonces Ra extendió su brazo divino — no una mano de fuego, sino una voluntad de luz, una fuerza pura nacida de su propia esencia, que desgarró los velos de la sombra y enfrentó a la bestia eterna en una guerra sin fin.

Algunos decían que ese brazo era Sekhmet, la diosa ardiente, furia del sol en su plenitud. Otros creían que era el Ojo de Ra, su conciencia luminosa moviéndose con propósito divino. Pero los sabios sabían la verdad: el Brazo de Ra no era un ser, sino la resistencia misma del sol, la llama que nunca se rinde, el brillo que persiste incluso cuando el día se apaga.

Y así el universo continuó respirando: el sol renace del vientre de la noche cada mañana, surca los cielos en su barca sagrada, mientras, en los abismos, Ra sigue combatiendo su sombra eterna, asegurando al mundo otro amanecer — otro latido de vida.